Soy padre de tres hij@s maravillos@s, todos en general y cada uno en particular aporta un grado de alegría, confianza, sorpresa y por sobre todo, mucho amor. El mayor con su seriedad y su capacidad incansable de descubrir nuevas cosas en el computador, el del medio con su eterno afán de ser cada vez mejor y la menor de los tres, la única "hija mujer", que es la que más hace notar su ausencia y su presencia en el hogar.
Por eso, no alcanzo a imaginar el dolor de los padres de Manuel Gutiérrez, el muchachito asesinado durante las jornadas de paro de la semana pasada, el viernes en la madrugada para ser preciso.
Incluso si era culpable de realizar desmanes, barricadas o fogatas, asunto que su hermano minusválido desmiente, la sanción no debía aplicarla quien terminó siendo su verdugo, sino un juez mediante la realizaciónde un juicio formal. Quién se cree dueño de la verdad y que puede tomar la "justicia" por sus manos.
Por otra parte, carabineros se apresura en declarar que ellos no fueron quienes dispararon los mortales tiros, y lo hacen sin realizar una investigación hacia el interior de sus filas (se parece a la "investigación" que alguien hizo para Hinzpeter con las bombas lacrimógenas y su potencialidad abortiva).
El paro del 24 y 25 de agosto fue más blando que los realizados durante la dictadura, lo que parece totalmente lógico, pues se supone que estamos en democracia. El problema sería grande si hubiera sido un funcionario de carabineros quien lo haya asesinado, pues sería un retroceso hasta los duros años en que la Dicomcar secuestraba y degollaba opositores al régimen dictatorial de la época. Para ser sincero, no abrigo muchas esperanzas con estos uniformados, pues el actuar durante las jornadas de manifestación o en su comportamiento en la zona mapuche, me hace pensar que aún funcionan bajo la lógica de terminar con el enemigo interno.
Ojalá la PDI pueda esclarecer feacientemente este caso y que esta vez las organizaciones civiles funcionen correctamente.
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